Si me mirás seria
y sin tibieza en la cara,
no estoy triste,
ni mi alma opacada.
Son mis ojos
y mis labios
que aman la soledad
no adivinada.
Eso sí, si me hablas,
yo escucharé
cada una de tus palabras.
Seré tu compañía, tu receptora ensimismada.
En tu problema, en tu vida y en todo lo que hagas.
Y si solo querés silencio
seremos dos compañías a la deriva.
Que no se buscan ni se encuentran
se desplazan en sintonía.