¿Te has preguntado cuánto tiempo invierten las mujeres cocinando, barriendo, trapeando? ¿Cuál es el aporte monetario de las mujeres amas de casa? De ser así, ¿merecen un salario?
Las mujeres en Nicaragua se han caracterizado por ser luchonas, fuertes, multitareas e incluso serviciales. Desde tiempos antiguos la estructura social que concentra al hombre como el pilar de la casa, se encargó de darle a las mujeres una visión muy humana de sus servicios: “ser amas de casa”.
El concepto ha perdurado en cualquier país del mundo y, es en los países tercermundistas, los considerados en “vías de desarrollo” donde esta estructura se hace más latente y es así, como el hombre trabaja y la mujer se queda en la casa para atenderle en su regreso ¿Cómo se explica esto? Las feministas lo reconocen a través de la economía escindida, el trabajo que hacen las mujeres y que incluso ni ellas mismas a veces ven.
En un sondeo a veinte mujeres en la parada de buses de la Universidad Centroamericana, UCA, en 2017, para la elaboración de un documental denominado con el título de este artículo de opinión, se les preguntó a las mujeres que si trabajaban, la respuesta de más de diez mujeres fue que no; al refutarlas entonces con el comentario de a qué se dedicaban decían que solo hacían las tareas del hogar. Por lo tanto, no reconocían su labor como un trabajo que debería entrar en el Producto Interno Bruto, PIB. La pregunta sería ahora, ¿lo está?
Pues resulta que no. Las nicaragüenses dedican un tercio de su vida a tareas reproductivas y de cuidado, y reducen en un 50% el presupuesto del hogar gracias a que no cobran nada por realizar estas labores. A pesar de esto el trabajo doméstico que realizan, no se contabiliza en las cuentas nacionales ni en el Producto Interno Bruto, PIB.
El horario que invierten las mujeres al realizar las tareas del hogar comprende de seis horas y treinta minutos diarios. Incluso, la que se considera que trabaja y aparece en las cuentas nacionales por medio de su carrera universitaria o rubro, se levanta a las cinco o seis de la mañana a dejar hecho el almuerzo si no cuenta con el salario suficiente para pagarle a una colaboradora y, luego, sale a las cinco de la tarde de trabajar y alguien tiene que preparar la cena, sacudir la casa y dejar los trastes lavados.
Por lo tanto se podría describir esta doble jornada laboral como un trabajo que produce bienes de consumo no cuantificables pero que también es riqueza. Una economía que se caracteriza por tener una sociedad jerarquizada por el pensamiento del Homus-Económicus, que es la supremacía del hombre, sea blanco, mestizo o burgués que mantiene su capitalismo en el trabajo remunerado que ejerce; sin embargo, no le gusta decir que esto lo hace gracias a los cuidados que las mujeres ejercen y solo así, poder rendir en su respectivas áreas de labores.
En Nicaragua hay más mujeres que hombres. Las mujeres nicaragüenses representan una población del 50.7% superando a los hombres que son el 49.3% según el Informe de Población Mundial de 2018. Al superar la taza, esto indica que diariamente hay más de 1000 mujeres realizando las tareas domésticas, sin tener un plan de vida establecido, sin dotarse y aventurarse en sus capacidades para agregar valor a sus vidas, siempre en términos de violencia de género, donde ser ama de casa o realizar trabajos de cuidados se le atribuye solo a las damas (“mujer domesticada”) y el trabajo laboral, es solo para el varón (“hombre que doméstica”).
Abordar este tema es importante para educar y desarrollar competencias hábiles en las personas, especialmente en las mujeres, que son las más afectadas y vulnerables ante estas situaciones de violencia con el fin de que busquen la independencia económica y sean las protagonistas de cambiar parte de estos paradigmas sociales.
Es deber de todos y de todas empoderar a las mujeres en que reconozcan estas tareas como parte de un trabajo formal que, aunque no cobra por lo que hace, es un ahorro de más de 150$ mensuales. De ser así, la única pregunta que queda sin responder y la dejo a elección de ustedes sería, ¿ellas merecen un salario? ¿Deben ser integradas en el PIB?